EFECTOS DE LAS MICOTOXINAS EN CONEJOS

La seguridad de las materias primas y de los piensos destinados a diferentes especies animales representa unos de los mayores desafíos en el sector de la producción animal en las últimas décadas. Entre los problemas más persistentes se encuentra la contaminación por las micotoxinas, que afecta a los sistemas de producción y gestión ganadera (Jedziniak et al., 2019). Aunque cada especie presenta distintos grados de sensibilidad a estos compuestos, generalmente el consumo de una dieta contaminada puede inducir efectos agudos y crónicos, entre ellos, efectos teratogénicos, carcinogénicos, estrogénicos o inmunosupresores. 

En conejos, las micotoxicosis se caracterizan por una reducción de la ingestión, y consecuentemente, empeoramiento del índice de conversión, disminución de la ganancia media diaria, aumento de la incidencia de enfermedades (debido a la inmunosupresión) y reducción de la capacidad reproductiva (Said et al., 2022).

La Unión Europea ha fijado los límites (2006/576/EC) para varias micotoxinas en dietas completas destinada a la alimentación animal. Sin embargo, estos solo se aplican a determinados casos y, especialmente en conejos, aun es necesaria más investigación para establecer los efectos secundarios. 

Estudios in vivo han demostrado que los conejos son la especie más susceptible a la contaminación por las aflatoxinas (AFs) con una dosis letal media 300 mg/kg de peso vivo. En comparación con otras especies animales, oscilan entre 0,55 a 17,9 mg/kg de peso vivo (Mezes, 2008). 

Entre los síntomas más comunes documentados durante la aflatoxicosis se incluyen anorexia, diarrea, depresión, disminución del aumento de peso y una elevada mortalidad (Figura 1; Hassan et al., 2016). Además, Meissonnier et al. (2008) han observado que las AFs causan proliferación de los conductos biliares, infiltración grasa del hígado y supresión de la respuesta inmunitaria. Por otro lado, también se ha descrito que la AFB1 puede actuar como un factor predisponente para la enteritis mucoide, lo que facilita la proliferación de microorganismos y, por lo tanto, aumento de la disrupción de la barrera intestinal (Mogollon et al.,1981). 

Los efectos descritos de la ocratoxina A (OTA) incluyen efectos teratógenos, anomalías esqueléticas, anomalías en los tejidos blandos y daño renal a una dosis de 0,1 mg/kg (Figura 1; Mezes, 2008).

Respecto al deoxinivalenol (DON), sus efectos patógenos tanto en humanos, como en animales, están bien documentados. Aunque se conoce bien que el tracto intestinal representa su principal órgano diana, la información sobre los efectos de DON en conejos es limitada. 

En un estudio llevado a cabo en conejos destetados, la contaminación del pienso con DON (1,5 mg/kg por peso vivo) provocó una disminución en la ganancia media diaria, daño de la morfología intestinal y cambio de la distribución y expresión de citoquinas inflamatorias (Yang et al., 2019).

Por lo que concierne la toxina T-2, la dosis letal en conejos es de 1,1 mg/kg de peso vivo en esta especie, lo que indica su elevada sensibilidad (Morcia et al., 2016). 

Además, se ha descrito que los conejos intoxicados con toxina T-2 pueden experimentar una inhibición de la síntesis proteica hepática (Meloche y Smith, 1995), lo que conlleva a un aumento del daño hepático. Por otro lado, tanto la toxina T-2 como sus metabolitos también pueden reducir la espermiogénesis (Fenske and Fink-Gremmels, 1990). También se ha observado un notable aumento en el peso del hígado de los conejos después de 4 semanas de administración de la toxina T-2 (Szabó et al., 2014).

En conejas, las intoxicaciones inducidas por la zearalenona (ZEA) se caracterizan por sus síntomas específicos como baja tasa de concepción, baja fertilidad, vaginitis y secreción vaginal (Čonková et al., 2001). Por otro lado, en los reproductores, la ZEA altera la espermatogénesis y disminuye la libido (Fenske y Fink-Gremmels, 1990).

Al igual que en las otras especies, las fumonisinas (FBs) inhiben la biosíntesis de esfingolípidos mediante la inhibición de la enzima esfingosina N-acetiltransferasa (Wang et al., 1991; Astoreca et al., 2013). Varios estudios han confirmado la naturaleza nefrotóxica y hepatotóxica de la FB1 en conejos (Gumprecht et al., 1995), así como sus efectos perjudiciales sobre los órganos hematopoyéticos (Mariscal-Quintanar et al., 1997). Además, se ha observado que los conejos expuestos a FBs muestran letargo, pérdida de apetito y reducción en la producción de orina (Szabó et al., 2014).

Conclusiones

En resumen, la contaminación por micotoxinas representa un desafío significativo para la seguridad alimentaria y el bienestar animal en cunicultura. A pesar de la implementación de normativas para intentar reducir su exposición, sigue siendo necesario realizar más investigaciones para comprender completamente los efectos secundarios de las micotoxinas en esta especie. La gestión de la contaminación por micotoxinas no solo es crucial para proteger la salud de los conejos, sino también para garantizar la seguridad y calidad de los productos derivados para el consumo humano.