Introducción
La seguridad y calidad del alimento para aves es un aspecto crucial en la industria avícola. La contaminación de los piensos por micotoxinas plantea desafíos significativos, afectando tanto a la salud y el bienestar de las aves, como a su rendimiento productivo.
Las aves son ampliamente afectadas por estos compuestos tóxicos y, aunque el foco suele estar puesto en los pollos de engorde o las gallinas productoras, los patos son una de las especies de aves de corral más susceptibles a la toxicidad de las micotoxinas (An et al., 2024, Sobhy et al., 2023).
Aflatoxinas
Los patos son las aves de corral más susceptibles a las aflatoxinas (Sobhy et al. 2023). Las aflatoxinas son micotoxinas producidas por hongos de los géneros Aspergillus y Penicillium. La micotoxina de mayor toxicidad dentro de este grupo es la aflatoxina B1 (AFB1), que ha sido incluida en el Grupo 1 de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su efecto carcinógeno (Yu et al., 2024).
El maíz, que constituye la principal fuente de energía en la alimentación de los patos, es altamente vulnerable a la contaminación por AFB1. Se ha documentado que las aflatoxinas pueden causar daño en el tracto gastrointestinal de los patos, afectando negativamente la función intestinal y la actividad de enzimas digestivas como la amilasa y la lipasa. A dosis elevadas, puede provocar un síndrome de malabsorción y comprometer la eficiencia en la utilización de los nutrientes. Además, se relaciona con alteraciones en la función inmunitaria de estos animales (Feng et al., 2017).
La exposición a una dieta contaminada por aflatoxinas provoca una disminución significativa del peso corporal en patos, así como de la ratio de crecimiento (Imagen 1) y del peso absoluto del hígado y la molleja, junto con un aumento en la ingesta de alimento y un mal índice de conversión alimenticia (ICA). También se han visto evidencias post-mortem de hemorragias en el hígado, el riñón y los músculos del muslo (Sobhy et al., 2023).
Imagen 1. Disminución de la tasa de crecimiento en patos alimentados con una dieta contaminada con aflatoxinas (derecha) en comparación con el grupo control (izquierda) (Sobhy et al., 2023).
La AFB1 causa daño hepático marcado, con un aumento significativo de los niveles séricos de aspartato amino transferasa (AST) y alanina amino transferasa (ALT). Esta promueve la hinchazón celular y la acumulación de lípidos en el hígado (hígado graso). Además, la AFB1 induce colestasis hepática en patos, visible por un color verdoso en el hígado (Imagen 2). Esto se debe a que la AFB1 aumenta significativamente el contenido total de ácido biliar en el suero y el hígado, y regula a la baja genes cruciales para la exportación de sales biliares. La AFB1 también provoca estrés oxidativo, disminuyendo antioxidantes hepáticos y aumentando los niveles de malondialdehído (MDA), producto de la peroxidación lipídica (Yu et al., 2024).
Imagen 2. Hígado de pato afectado por AFB1. Izquierda: hígado sano; derecha: hígado con colestasis (flechas rojas) por AFB1 (Yu et al., 2024).
Ocratoxina A
Las ocratoxinas son producidas por diversos hongos de los géneros Aspergillus y Penicillium (Ruan et al., 2023). Estas micotoxinas se clasifican en tres tipos: ocratoxina A (OTA), B (OTB) y C (OTC), siendo la OTA la más tóxica, con un efecto renal marcado. La sensibilidad a OTA varía entre especies animales, y está asociada con enfermedades renales crónicas.
La exposición a OTA en patos tiene consecuencias severas en el rendimiento productivo, causando una reducción significativa del peso corporal final, el consumo diario de alimento y la ganancia media diaria, alterando con ello la ratio alimento/ganancia. La OTA ejerce una marcada enterotoxicidad, visible en el yeyuno, con embotamiento de las vellosidades y denudación epitelial, lo que se evidencia en la disminución de la altura de las vellosidades y el aumento de la profundidad de las criptas (Ruan et al., 2018).
Tansakul et al. (2012) reportó alteraciones hematológicas y en los perfiles bioquímicos séricos en patos expuestos a OTA. Además de sugerir un posible efecto inmunosupresor de la misma, y de determinar alteraciones histopatológicas en las células renales de los animales expuestos. Por otro lado, Wang et al. (2019) reafirmó la toxicidad hepática de esta micotoxina en los patos, además de demostrar una alteración en la composición y estructura de la microbiota intestinal.
Se conoce además que la OTA es un potente inductor de estrés oxidativo e inflamación, aumentando significativamente el contenido de MDA en la mucosa yeyunal, y reduciendo la actividad de las enzimas antioxidantes (Ruan et al., 2018).
Fumonisinas
Las fumonisinas son compuestos análogos de la esfingosina, que producen desequilibrios en la síntesis de esfingolípidos. De esta forma, al igual que en el resto de aves, la relación esfinganina/ esfingosina (Sa:So) y los niveles de esfinganina (Sa), constituyen un biomarcador de exposición en patos (Peillod et al., 2021). Las fumonisinas quedan acumuladas en el hígado y generan estrés oxidativo. En concreto, se ha reportado que los pavos y los patos son más sensibles a estas micotoxinas que otras aves productivas.
Tran et al. (2005) reportó una reducción en el peso corporal de patos expuestos a fumonisina B1 (FB1), lo que indica un efecto negativo sobre su crecimiento (Imagen 3). Además, se observaron alteraciones en el peso relativo de órganos, especialmente en el hígado, donde se detectó hiperplasia, con o sin acumulación de grasa, lo que sugiere un daño hepático asociado a la exposición a esta micotoxina.
Imagen 3: Efecto de la FB1 en el peso corporal de patos, expuestos a una dosis de:
0 mg de FB1/kg dieta (animal de la izquierda) y 128 mg de FB1/kg dieta (animal de la derecha).
A: después de 14 días; B: después de 35 días de tratamiento.
Imagen tomada de Tran et al., 2005.
La FB1 causa retraso en el desarrollo y anormalidades, como defectos del tubo neural (NTDs) y craneofaciales. Su mecanismo de toxicidad principal es la interferencia con el metabolismo de los esfingolípidos, ya que la FB1 es un potente inhibidor de la ceramida sintasa. Esto resulta en una disminución del contenido de esfingomielina en los tejidos embrionarios a dosis altas (Lumsangkul et al., 2021).
Zearalenona
La zearalenona (ZEA) es una micotoxina producida por hongos Fusarium que se encuentra comúnmente en los cereales y los alimentos para animales (Bencze-Nagy et al. 2023; Peillod et al. 2021).
Aunque se ha estudiado ampliamente en otras especies aviares como pollos y pavos, en patos su toxicidad y efectos específicos aún no están completamente caracterizados. Sin embargo, se sabe que está intrínsecamente ligada a su similitud estructural con las hormonas estrogénicas, lo que le permite unirse a los receptores de estrógeno (Bencze-Nagy et al., 2023; Peillod et al., 2021). Esto puede alterar el equilibrio hormonal, afectar la fertilidad y provocar cambios en el desarrollo de órganos reproductivos (Peillod et al., 2021).
Además de sus efectos en el sistema reproductivo, la ZEA puede inducir modificaciones en la función de ciertas enzimas hepáticas, causar lesiones en el hígado y se ha reportado que incrementa la peroxidación lipídica (Bencze-Nagy et al., 2023).
Bencze-Nagy et al. (2023) reportó que los patos demuestran ser tolerantes a concentraciones moderadas de ZEA (0,5 mg/kg) administrada sola, sin mostrar mortalidad, signos clínicos, ni alteraciones significativas en el rendimiento productivo o en los parámetros bioquímicos séricos. A pesar de la tolerancia clínica, la ZEA induce lesiones histopatológicas leves, las cuales incluyen: degeneración vacuolar de hepatocitos y agotamiento de linfocitos en el bazo y la bolsa de Fabricio.
Se conoce que el efecto más notable de ZEA en patos se produce en combinación con otras fusariotoxinas. Esta combinación causa una disminución significativa en el peso corporal y la ganancia de peso diaria, junto con un aumento en la ratio de conversión alimenticia, lo que sugiere una interacción sinérgica en el rendimiento (Peillod et al., 2021).
Toxina T-2
Dentro de los tricotecenos se incluye la toxina T-2, generada por hongos del género Fusarium, que forma parte de los tricotecenos tipo A. De forma general, en aves expuestas a alimento con altas concentraciones de tricotecenos, se han detectado signos dermatológicos, con inflamación y necrosis (Gómez-Verduzco et al., 2023).
La exposición a la T-2 se traduce en un marcado deterioro del rendimiento productivo. Un estudio in vivo llevado a cabo por An et al. (2024), reportó daños hepáticos significativos evidentes en histología (como esteatosis y pérdida de cordones hepáticos) en patos expuestos a toxina T-2. Además, los animales mostraron alteraciones en el crecimiento, cambios en parámetros bioquímicos, incluyendo un aumento de enzimas hepáticas (AST, ALT), triglicéridos y del estrés oxidativo. Estos resultados confirmaron la toxicidad de la toxina T-2 ejercida en el metabolismo lipídico y el equilibrio redox de los patos.
A nivel intestinal, la toxina causa enterotoxicidad en el íleon, dañando la barrera física e induciendo disbiosis de la microbiota (An et al., 2025). Este daño intestinal permite la translocación de lipopolisacáridos (LPS) al hígado, activando la vía TLR4, que amplifica la inflamación y la acumulación de lípidos hepáticos (An et al., 2025).
A nivel inmunológico, la T-2 es un potente inmunosupresor, causando agotamiento de linfocitos en la bolsa de Fabricio y el bazo a dosis altas, e incluso deprimiendo la respuesta blastogénica de los linfocitos a la dosis más baja estudiada (Rafai et al., 2000).
Deoxinivalenol
El deoxinivalenol (DON) es una fusariotoxina muy común en cereales y piensos, (Bencze-Nagy et al., 2023). El mecanismo tóxico del DON implica su unión a los ribosomas, lo que provoca estrés ribotóxico, inhibición de la síntesis de proteínas, modulación de la expresión génica y, en última instancia, toxicidad celular (Bencze-Nagy et al., 2023).
En patos mulardos, el DON ha sido relacionado con toxicidad hepática y cardíaca, evidenciada por un aumento en el peso de órganos y lesiones internas, detectadas a nivel histopatológico. Además, el DON ejerce un efecto inmunotóxico en patos, demostrado a partir de la reducción en la cantidad de macrófagos generados por los animales (Cheng et al., 2024).
A pesar de su mecanismo citotóxico, los patos son considerados una especie bastante tolerante a concentraciones dietéticas moderadas de DON (Bencze-Nagy et al., 2023; Peillod et al., 2021). Estudios indican que los patos pueden tolerar dosis de DON de hasta 5.8–7 mg/kg sin experimentar efectos adversos notables en la salud o el rendimiento productivo (Bencze-Nagy et al., 2023). Se ha sugerido que esta baja sensibilidad en las aves podría deberse a un pronunciado fenómeno de «primer paso renal» que facilita la eliminación de la toxina (Bencze-Nagy et al., 2023).
Conclusión
La presencia de micotoxinas representa una seria amenaza para la producción de patos. Estos contaminantes fúngicos desencadenan alteraciones graves de la salud, lo que se traduce en un declive marcado de la eficiencia productiva y un deterioro del bienestar animal. Por lo tanto, resulta esencial implementar protocolos y medidas de control rigurosas para mitigar sus efectos perjudiciales y gestionar eficazmente su impacto. A pesar de la amenaza conocida, se requieren investigaciones más exhaustivas y específicas en patos para dilucidar completamente los mecanismos toxicológicos, establecer umbrales de seguridad precisos y desarrollar estrategias de intervención y manejo más eficaces.