Introducción
La crisis de alimentos a nivel mundial es un problema complejo que se ha intensificado en los últimos años, impulsado principalmente por el cambio climático y los conflictos bélicos. Estos factores han provocado un aumento considerable en los precios de las materias primas. Por este motivo, los subproductos de cereales se han posicionado como una alternativa viable en nutrición animal.
El cambio climático ha alterado las condiciones ambientales en varias zonas y regiones del mundo, y sus consecuencias, especialmente el calentamiento global, ya se hacen evidentes. En la producción de cultivos y cereales, las sequías prolongadas y las inundaciones severas han causado importantes pérdidas económicas. Además, los cambios en los entornos naturales han favorecido la proliferación de hongos micotoxigénicos que, por su adaptabilidad, dominan los ecosistemas de cultivo (Medina et al., 2017).
De acuerdo con la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés), el impacto potencial del cambio climático en Europa tendrá efectos regionales que podrán ser adversos o beneficiosos, dependiendo de la ubicación geográfica. Se prevé que la región del Mediterráneo experimente un aumento de las temperaturas, cambios extremos en los patrones de precipitación, inundaciones y mayores concentraciones de CO2, lo que afectará a la producción de alimentos y piensos (Medina et al., 2017).
En lo que respecta a los conflictos armados, especialmente entre Rusia y Ucrania, tuvieron su comienzo en un momento crítico para los mercados mundiales de alimentos, marcados por el aumento de precios debido a la alta demanda global y las interrupciones en la cadena de suministros tras la pandemia del COVID-19. Los países involucrados en el conflicto, tanto Ucrania como Rusia, juegan un papel vital en el mercado de los fertilizantes y son responsables del comercio del 70% de los girasoles, 30% del trigo y el 20% del maíz a nivel mundial. Muchos países de África, Asia y Oriente Medio dependen de Rusia para obtener cosechas asequibles. De modo que la guerra ha impactado negativamente en los mercados mundiales de energía y la seguridad alimentaria, provocando que los costos del combustible y los precios de los alimentos se disparen. Esta situación representa una amenaza para los mercados mundiales de alimentos y plantea importantes desafíos para las empresas en el contexto tras la pandemia (Galanakis, 2023).
Aparte del cambio climático y los conflictos bélicos, un desafío adicional para la producción de alimentos es la competencia en la producción de alimento-pienso. Se estima que más de mil millones de toneladas de cereales son destinadas a la alimentación animal, y que la demanda de productos de origen animal podría aumentar hasta un 70% para 2050 (Galanakis, 2023). En este contexto, con los numerosos dilemas en torno a la seguridad alimentaria y la situación actual, los subproductos de cereales han sido propuestos como una alternativa viable para la alimentación animal.
El uso de subproductos de cereales como alternativa en alimentación animal
Como sustento de la producción animal en Europa, cerca de 475 millones de toneladas de alimento cada año se destinan a garantizar la nutrición de los animales. Por ello, los productores buscan alternativas que permitan mitigar la creciente demanda de insumos. En este sentido, la industria alimentaria ha orientado sus esfuerzos hacia la transformación de subproductos de cereales en alimentos para animales.
Actualmente, se consumen alrededor de 20 millones de toneladas de subproductos de cereales al año, lo que representa aproximadamente el 11,5 % de los ingredientes utilizados en la formulación de piensos.
Entre estos subproductos destacan los derivados de la producción de bioetanol, particularmente los granos solubles secos de destilería, los cuales constituyen una fuente alimenticia de alto valor. Además, pueden sustituir fuentes proteicas más costosas, ofreciendo una alternativa competitiva para la industria (Pinotti et al., 2016).
Asimismo, otros subproductos provienen de la industria cervecera. Entre los más comunes se encuentran las raicillas de cebada, los granos usados y los excedentes de levadura. Las raicillas de cebada y los granos usados son ingredientes valiosos para la elaboración de piensos debido a su alto contenido de proteína y fibra, así como a su bajo costo (Pinotti et al., 2016).
Presencia de micotoxinas en los subproductos de cereales
La inclusión de subproductos en los piensos representa además una vía sostenible en el sistema de procesamiento de alimentos, ya que constituye una solución para el aprovechamiento de coproductos y subproductos que se derivan de la producción de alimentos y biocombustibles, contribuyendo a la reducción de residuos. Sin embargo, las principales barreras para una mayor aceptación de los subproductos de cereales como ingredientes para piensos, incluyen su alta variabilidad de composición de nutrientes y, sobre todo, la persistente problemática asociada a la presencia de micotoxinas (Pinotti et al., 2016).
Los subproductos de cereales constituyen una importante fuente de exposición a micotoxinas, habiendo sido ampliamente reportada su contaminación a lo largo de los años. Estas toxinas afectan gravemente a la salud y productividad de las diferentes especies animales, estando con ello asociadas a pérdidas económicas que pueden ser significativamente altas, teniendo en cuenta los efectos aditivos y sinérgicos de las mismas en escenarios de co-contaminación.
El nivel de contaminación de micotoxinas en los granos secos de destilería depende de la contaminación original del grano, los métodos de procesamiento, el almacenamiento, el proceso de fermentación, las propiedades de la levadura y el año de producción. Cabe destacar que, durante el proceso de fermentación del etanol o la producción de granos secos de destilería, las micotoxinas no logran ser destruidas (Pinotti et al., 2016). En este contexto, en Estados Unidos se confirmó la detección de granos secos de destilería contaminados por fumonisinas, cuya repercusión económica en producción porcina se calculó que podría exceder los $147 millones anuales.
En cuanto a los granos de cebada y la producción de malta, estos también pueden verse muy afectados por la contaminación por hongos, principalmente por especies del género Fusarium, lo que repercute negativamente en la inocuidad y calidad tanto de la malta como de la cerveza (Pinotti et al., 2016). La exposición a micotoxinas en los subproductos derivados de la industria cervecera se debe, en gran medida, a las características de la materia prima utilizada y a un manejo inadecuado durante el almacenamiento (Pinotti et al., 2016).
La contaminación por micotoxinas es un riesgo global que compromete el estado sanitario y económico de la industria agropecuaria en todos los países, sin excepción. Las cuantiosas pérdidas generadas por estos contaminantes están asociadas con los daños en la producción agrícola, la eliminación de piensos y alimentos contaminados, y la reducción del rendimiento productivo, así como el aumento de los costos sanitarios (Rodríguez et al., 2012).
Con las prácticas agronómicas actuales, la posibilidad de predecir la presencia o prevenir la ocurrencia de micotoxinas en la precosecha, el almacenamiento y el procesamiento del alimento, aún sigue siendo incierta. Se estima que entre el 30 y el 100% de las muestras de los piensos están co-contaminadas con diferentes tipos de micotoxinas (Rodríguez et al., 2012). En numerosas ocasiones se destruyen lotes completos de granos como maíz, trigo, centeno, cebada y avena, lo que genera pérdidas económicas que oscilan entre cientos y miles de millones de dólares anuales (Mavrommatis et al., 2021).
Conclusión
Los subproductos de cereales son una alternativa sostenible y económica en la alimentación animal ante la crisis alimentaria global. No obstante, la contaminación de dichos subproductos por micotoxinas supone un riesgo importante que afecta la salud animal y genera grandes pérdidas económicas. Por ello, es crucial implementar controles eficaces para garantizar su uso de forma segura y rentable.