¿Conoces la historia de las micotoxinas y su descubrimiento?

Definición, etimología y principios generales

       Las micotoxinas fueron descubiertas hace más de 5.000 años en China. En el año 1962 se conocieron por primera vez sus efectos, a raíz de una devastadora crisis veterinaria que surgió cerca de Londres (Reino Unido), en la que murieron aproximadamente 100.000 pavos (Blount, 1961). Más tarde, cuando el brote se relacionó con una harina de cacahuete contaminada con metabolitos secundarios procedentes de Aspergillus flavus (aflatoxinas), los científicos de la época especularon la posibilidad de que otros metabolitos del moho pudieran ser mortales. Pronto, la clasificación de las micotoxinas se extendió para incluir una serie de compuestos producidos por hongos previamente conocidos (ej. los alcaloides del cornezuelo del centeno), algunos compuestos aislados originalmente como antibióticos (ej. patulina) y una serie de nuevos metabolitos secundarios descubiertos tras analizar los presuntos mohos perjudiciales para la salud humana y los animales (ej. la Ocratoxina A; Bennett et al., 2003).

       Es difícil definir las micotoxinas en pocas palabras. Todas las micotoxinas son compuestos naturales de bajo peso molecular (es decir, moléculas pequeñas) producidos como metabolitos secundarios por hongos filamentosos. Estos metabolitos constituyen un conjunto toxigénico y químicamente heterogéneo, que puede causar enfermedades y hasta la muerte en seres humanos y animales (Pitt et al., 2017).

       La clasificación de las micotoxinas, así como su definición, es extremadamente difícil debido a la complejidad de su estructura química, su origen biosintético, sus múltiples efectos biológicos y su producción por una amplia variedad de especies de hongos.

       A día de hoy se han identificado más de 400 micotoxinas, de las cuales alrededor de una docena de grupos reciben regularmente atención debido al riesgo que presentan para la salud humana y animal (Agriopoulou et al., 2020). Aunque no se hayan demostrado las razones por las que se producen, se cree que pueden ser parte de un mecanismo de defensa de los hongos contra los insectos, ya que muchas micotoxinas y sus metabolitos poseen propiedades insecticidas (Richard, 2007).

       Los granos y cereales son especialmente susceptibles a la contaminación por hongos productores de micotoxinas. La contaminación puede ocurrir durante la cosecha (Diener et al., 1987), el almacenamiento o el transporte (Smith et al., 1985). Cuando los animales se alimentan con dietas contaminadas, la exposición potencial a las micotoxinas puede generarles graves efectos tóxicos en el organismo. Las intoxicaciones producidas por las micotoxinas se conocen como micotoxicosis. Para diagnosticar una micotoxicosis, es necesario demostrar una relación dosis-respuesta entre la micotoxina y los síntomas clínicos.

       Los síntomas de una micotoxicosis dependen del tipo de micotoxina; la cantidad y duración de la exposición; la especie, la edad, el estado de salud y el sexo del individuo expuesto.

       Las micotoxinas comprometen el rendimiento, salud y bienestar animal; lo que ha impulsado a una amplia investigación sobre este aspecto, incluyendo información sobre la biosíntesis de micotoxinas y los efectos en las diferentes especies de animales productores, así como, las manifestaciones clínicas en cada una de ellas.

Caracterización y descubrimiento de las micotoxinas comunes

       Este grupo de toxinas fue descubierto en los años 60 por el veterinario William Percy Blount (Figura 1), tras la muerte de 100.000 pavos en Reino Unido. Después de una rigurosa serie de pruebas, que abarcaron desde el análisis de las principales toxinas bacterianas hasta una amplia gama de productos químicos, pesticidas e ingredientes de piensos, Blount (1961) identificó que la causa subyacente de estas trágicas muertes estaba directamente relacionada con la alimentación de las aves.

       Aunque se confirmó la conexión entre la intoxicación y la dieta, la causa precisa aún permanecía sin definir.

William Percy Blount.

Figura 1. William Percy Blount (Pickova et al., 2021).

Aspergillus flavus.

Figura 2. Aspergillus flavus.

       Al mismo tiempo, en Kenia, se observó un aumento alarmante en los casos de enfermedades hepáticas entre los pollos, lo que condujo al descubrimiento de una harina de cacahuete contaminada por Aspergillus flavus (Figura 2).

       Este hallazgo fue realizado por el investigador J. J. Elphick del Commonwealth Mycological Institute del Reino Unido, quien identificó este hongo gracias a la marcada fluorescencia que presentan las AFs (Sargeant et al., 1961). Inicialmente, las técnicas utilizadas para poder estudiar este hongo, incluían la cromatografía en papel y más adelante, se empleó cromatografía en capa fina (Coomes et al., 1963; Broadbent et al., 1963).

       El avance decisivo en la identificación del origen de las AFs fue posible por la proximidad geográfica de los pavos afectados al puerto de Londres. Esta proximidad permitió rastrear las fuentes de alimentación, lo que condujo a la identificación de las posibles materias primas contaminadas, en particular de la harina S.S. Rossetti, que llegó de Brasil el 7 de julio de 1960. En los años siguientes se produjeron avances significativos, como el desarrollo de métodos analíticos más fiables que permitieron la identificación de cuatro AFs (B1, B2, G1 y G2) a partir de sus colores fluorescentes en la cromatografía en capa fina (Nesbitt et al., 1962; Pitt et al., 2017).

       En 1920, el maíz contaminado por mohos se asoció ocasionalmente con síntomas estrogénicos en cerdos en Estados Unidos (McNutt et al., 1928). El mismo alimento fue suministrado tanto a conejillos de indias como a ratas, resultando en el desarrollo de hinchazón del útero en ambas especies.

       Christensen et al. (1965) lograron aislar los compuestos presentes en el maíz mohoso, así identificando dos estructuras químicas diferenciadas las cuales nombraron F-1 y F-2.

       La F-1 se identificó como ergosterol y pudo ser confirmada mediante diversas reacciones químicas.

       Por otro lado, Urry et al. (1966) determinaron la estructura química de la F-2, posteriormente denominada ZEA debido a su estructura y al hongo que la produce (Fusarium graminearum; Figura 3).

       Una forma sintética del metabolito α-ZAL, conocida como zeranol se utilizó como agente anabólico tanto en ovejas, cerdas y otras especies de Estados Unidos (Diekman et al., 1989). Sin embargo, en 1989, la Unión Europea (UE) prohibió el uso de zeranol.

       Las cerdas presentan una elevada sensibilidad a esta micotoxina, sobre todo por los síntomas clínicos severos que han sido reportados en la literatura y que afectan, principalmente, al sistema reproductivo.

Figura 3. Fusarium graminearum.

Figura 4. Aspergillus ochraceus.

       La OTA fue aislada y caracterizada el año 1965, en Sudáfrica, como metabolito del hongo Aspergillus ochraceus (Figura 4), durante un gran cribado de metabolitos fúngicos diseñado específicamente para identificar nuevas micotoxinas (Van der Merwe et al., 1965).

       Esta micotoxina tiene efectos sobre todo a nivel renal, lo que se ha descrito en todas las especies de producción animal (Figura 5).

       Además, también se han descrito alteraciones a nivel hepático e inmunitario, presentando un potente efecto inmunosupresor, teratógeno y carcinógeno (Bennett et al., 2003).

Porcine mycotoxic nephropathy (Stoycho et al; 2013).

Figura 5. Nefropatía micotóxica porcina (Stoev et al., 2013).

Maize contaminated with Fusarium graminearum.

Figura 6. Maíz contaminado por Fusarium graminearum.

       El DON fue descubierto en la década de 1970 en Japón (Yoshizawa et al., 1973), como metabolito de Fusarium graminearum (Figura 6). Sucesivamente, Vesonder et al. (1973) publicaron datos acerca de un ensayo llevado a cabo en cerdos. Debido a los brotes de síndromes eméticos (síndrome de vómitos clínicos) ocasionados por la presencia de DON en los piensos, esta micotoxina se conoce también como “vomitoxina”.

       El DON cuando es ingerido en altas dosis por los animales de granja, provoca náuseas, vómitos y diarrea y en dosis más bajas, los cerdos y otros animales de granja muestran pérdida de peso y rechazo de alimento (Rotter et al., 1996).

       Por su parte, investigadores canadienses lograron elucidar el potencial toxigénico de Fusarium graminearum, así como la existencia de dos quimiotipos importantes: 1) implicado en la producción de DON a través de 15-acetildeoxinivalenol; y 2) mediante el 3-acetildeoxinivalenol (Greenhalgh et al., 1984; Kasitu et al., 1992).

       La toxina T-2, producida por Fusarium sporotrichoides (Figura 7), fue aislada por primera vez en 1930 en la antigua Unión Soviética y es conocida por inducir la enfermedad «Aleukia Tóxica Alimentaria» (ATA).

Figura 7. Fusarium sporotrichioides

       Durante la Segunda Guerra Mundial, debido a la escasez de mano de obra para cultivar el campo, las especies forrajeras se dejaban en el campo, lo que contribuyó a un aumento a la exposición de alimentos preparados con trigo contaminado. Sucesivamente, los científicos rusos identificaron los metabolitos conocidos como poaefusarina de Fusarium poae y esporofusarina de Fusarium sporotrichioides (Joffe, 1971). Asimismo, investigadores de la Universidad de Wisconsin (Estados Unidos) lograron aislar la toxina T-2 en 1966 que fue sucesivamente asociada con el desarrollo de la ATA (Mirocha et al., 1973).

       Las fumonisinas fueron descubiertas de manera independiente por dos grupos de trabajo en 1988. Uno de ellos investigaba la causa del cáncer de esófago en humanos en ciertas partes de Sudáfrica (Bezuidenhout et al., 1988), mientras que el otro se dedicaba a encontrar la etiología de una enfermedad bien conocida que afecta a los caballos, la ELEM (leucoencefalomalacia; Wilson et al., 1990). Esta familia de micotoxinas es producida por especies del género Fusarium spp. Las más conocidas son la fumonisina B1 (FB1) y la fumonisina B2 (FB2) que pueden afectar a los animales al interferir con el metabolismo de los esfingolípidos (Figura 8).

Figura 8. Estructura de los esfingolípidos.

       Elevadas concentraciones de FB1 y FB2 pueden inducir «edema pulmonar en porcinos» (EPP) (Colvin et al., 1992; Prelusky et al., 1994). A bajas concentraciones de estas toxinas, se han reportado daños a nivel hepático y renal en lechones (Riley et al., 1993). En pollos, se ha descrito que las fumonisinas pueden inducir daño intestinal (Javed et al., 1993).

Figura 9. Toxicidad de la fusaproliferina.

       Uno de los primeros trabajos en utilizar el término “micotoxinas emergentes” se publicó en 2008 y se centró en los metabolitos de Fusarium fusaproliferina (Jestoi, 2008). En una publicación más reciente, las micotoxinas emergentes se definieron como «micotoxinas que no se determinan de forma rutinaria, ni están reguladas legislativamente; sin embargo, la evidencia de su incidencia está aumentando rápidamente» (Vaclavikova et al., 2013). Este grupo de micotoxinas, incluye la fusaproliferina, la beauvericina, las enniatinas y la moniliformina, todas producidas por hongos Fusarium spp., entre otras toxinas.

       La fusaproliferina (Figura 9), producida por Fusarium subglutinans, y Fusarium verticillioides, fue aislada en 1995 por el investigador Ritieni. Los datos de toxicidad de los que disponemos se limitan a las larvas de Artemia salina y embriones de pollos, e incluyen efectos teratógenos (Logrieco et al., 1996; Ritieni et al., 1997).

       Por su parte, la beauvericina (BEA; figura 10), se aisló por primera vez en 1991 en Estados Unidos (Gupta et al., 1991). Se han descrito propiedades insecticidas, antimicrobianas y antibióticas.

       Aunque estudios in vitro han demostrado que la BEA es tóxica para los roedores y las aves de corral, estos resultados no se han confirmado in vivo (Jestoi, 2008; Dornetshuber et al., 2009).

       Respecto a las enniatinas estas fueron descritas por Gaumann y su grupo de investigación en 1947 a partir del hongo Fusarium orthoceras.

       En estudios posteriores se descubrió una mezcla de enniatinas A (Figura 11), A1, B y B1 (Shemyakin et al., 1969) y se identificó un complejo rico en enniatina A y A1 como componente activo en una fracción insecticida dirigida a las larvas del gusano de la pícea (Strongman et al., 1988). Las enniatinas poseen características antibacterianas y citotóxicas, generan estrés oxidativo, lo que potencialmente conduce a efectos secundarios sobre la salud y productividad de los animales (Dornetshuber et al., 2009).

beauvericina.

Figura 10. Estructura de la beauvericina.

enniantina.

 Figura 11. Estructura de la enniatina.

       En este grupo de micotoxinas se incluyen los derivados de las micotoxinas que no son detectables mediante técnicas analíticas convencionales, puesto que su estructura química/molecular ha cambiado.

       Por ejemplo, en estudios destinados para evaluar la acumulación del DON en el maíz, Miller et al. (1983) observaron que la concentración de DON en el maíz de campo inoculado con Fusarium graminearum disminuía durante la temporada de crecimiento. Los autores especularon que esta disminución podría deberse a una transformación química de la toxina por el metabolismo de la planta. Poco después, se informó de que el contenido de DON de los productos alimenticios fermentados con levadura era superior al de la harina de trigo contaminada utilizada para su producción (Young et al., 1984). Este aumento se atribuyó a la conversión enzimática de un conjugado de DON, generado por la metabolización de la toxina por la planta de trigo en DON-3-glucurónido (DON-3-GlcA), deepoxi-DON (DOM-1) y DON-15-glucurónido (DON-15-GlcA) (Figura 12).

Figura 12. Metabolización del DON.

       Por otro lado, la ZEA puede ser modificada por microorganismos y plantas. Sin embargo, estos compuestos modificados pueden ser completamente revertidos a ZEA por la actividad de la microbiota intestinal animal o humana. El metabolismo de ZEA puede dividirse en dos fases, que incluyen el metabolismo de fase I y el metabolismo de fase II (Yang et al., 2017). La zearalenona-14-sulfato (ZEA-14-S) es uno de los compuestos encontrados en cultivos afectados por Fusarium graminearum en 1991, (Gareis et al., 1990) como resultado del metabolismo de ZEA (Figura 13).

ZEA-14-sulfate structure

Figura 13. Estructura de la ZEA-14-S.

Conclusión

Aunque los efectos perjudiciales inducidos por la exposición a micotoxinas han sido estudiados durante muchos años, a día de hoy se siguen investigando sus mecanismos de acción a nivel metabólico así como las estrategias necesarias para mitigar sus consecuencias en la salud y productividad animal, la rentabilidad de las explotaciones agropecuarias y la seguridad alimentaria.

Micotoxinas en alimentos para animales
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